Desde su regreso del submundo y la pérdida segunda y definitiva de su amada, Orfeo cayó en una grave melancolía, renunció a los placeres de la vida, lo que provocó la ira de las mujeres tracias que eran dionisíacamente ansiosas y querían ser ansiadas. Finalmente lapidaron a muerte a aquél mozalbete que las había rechazado, lo hicieron pedazos, dispersaron sus miembros y arrojaron su cabeza, clavada en la lira, al río más próximo, en donde, al alejarse flotando, su lamento continuaba "Eurídice", con lengua torpe y balbuceante.
Patrick Süskind "Del amor y la Muerte"